Un salón blanco para Servando
Por: Emmanuel Montes Álvarez
Ni siquiera el calor hace que merme la asistencia. Como tampoco pensar en los problemas ya endémicos del transporte y lo difícil que se hace llegar hasta la Habana Vieja, a tiempo, para no perderse nada. La inauguración de una exposición dedicada al centenario de Servando Cabrera Moreno, por respeto al sacrificio y a la voluntad de los vinculados en ello, merece la asistencia, merece la cantidad de público que asistió esa tarde.
Como principales gestores de este homenaje aparecen La Fundación Los Carbonell, NGArt Gallery, de Panamá, y también el Fondo de Arte Joven (FAJ). Todos, reunidos con el propósito de mostrar cómo los jóvenes artistas perciben la impronta de un maestro —en todo el sentido de la palabra— como lo fue Servando Cabrera.
Homenajear el centenario de uno de los pintores más prolíficos de Cuba es todo un reto, y, además, es tener el listón muy alto, pero si el resultado es tal como el que se vio la tarde del 26 de mayo, tanto en la calidad artística de la nómina presentada como en la consecución, el objetivo puede verse cumplido. El homenaje, por tanto, asentado. Como levantar una copa metafóricamente y beber un trago en honor a la creación, al talento humano, a los torsos y besos, a los desnudos, a los rostros de Habaneras. Una manera muy humilde y muy emotiva de agradecerle su legado al maestro.
Hablar de alguien como Servando Cabrera Moreno resulta, en ocasiones, un reto. Sobre todo porque, como cualquier persona después de fallecer, su vida queda reducida a dos o tres vagos clichés: artista, homosexual y parametrado, una víctima del contexto político que le tocó vivir. Quien lo conoció, quien vivió con él, quien aprecia el espíritu creativo de Servando Cabrera Moreno, sabe que más allá de las etiquetas y estereotipos, de los reveses y las trabas y las piedras en el camino, fue un incansable artista, un metódico, un esteta, alguien que supo ver en la creación y en el arte la vía más idónea para trascender. Un artista con la luz suficiente para saber que, solo pintando, con sus pinceles, podía rebasar el tiempo y cerrar las bocas represoras que, en su momento, intentaron soslayarlo, minimizarlo.
La exposición “Paisaje para el próximo siglo" ha sabido captar la esencia, los patrones, en la obra de Servando Cabrera, asimilarlos y transformarlos al punto de que, cada artista participante, desde el hímen líquido de Lauren Mederos pasando por los tonos azules y el erotismo de William Acosta, por los torsos de Luis Miguel Rivero, por la felación flagrante de Lancelot Alonso y por las sentidas referencias de Omar Tirado a las icónicas fotografías de Servando Cabrera en su casa de Playa, todos ellos con sus estilos, han sabido rendirle el culto debido. El culto sensible.
Asimismo, la sede, el Salón Blanco del Convento San Francisco de Asís, por su inmensidad, fue la mas idónea para acoger a un público conocedor de la vida y obra del paseante solitario de la pintora cubana —como llamará Graziella Pogolotti al homenajeado— y deseoso de ver la interpretación de los artistas emergentes, algunos de ellos, como Mario Enrique Briño y Gabriel Cisneros, ganadores de las recientes becas de proyectos auspiciadas por el Fondo de Arte Joven. Público de todo tipo: conocedores; artistas también; estudiantes de arte; algunos con cámaras documentando el momento; otros pendientes de los bebestibles y los comestibles —como sucede siempre—; un señor sospechoso con gorra y nasobuco que envuelve en un flyer dos pancitos, de los repartidos en bandeja con pinchitos y todo, para comérselos luego; personas mayores que aprovechan las sillas para descansar; otros que le huyen al calor acodándose en las inmensas ventanas.
Con esta exposición, el FAJ ha comenzado a sentar precedentes, no solo en el ámbito artístico contemporáneo, sino en la calidad de sus propuestas. Es un proyecto naciente, todavía le queda un camino extenso, pero, sin dudas, comenzar con el pie derecho es un augurio nada deleznable. Imbricar en una misma exposición a Servando Cabrera —inspiración para muchas generaciones de pintores— y al FAJ no es nada fortuito, no. De cierta manera, ambos consideraron en su momento y consideran que el arte joven es sumamente necesario. Los pintores jóvenes, como reza el cartel que da la bienvenida a la exposición, en palabras del maestro, deben pintar, pensar qué quieren, el medio en que viven, que miren a su alrededor y no se hagan la vida imposible ante virtuosismos técnicos. Si se viene a ver, con las tareas que se propone el FAJ, amén de la exposición, honra también las palabras anteriores: viabiliza la creatividad joven en tiempos adversos, en tiempos funestos.
Para deleite de todos, la expo Paisaje para el próximo siglo estará abierta al público hasta el mes de septiembre, ahí en el Salón Blanco del Convento de San Francisco de Asís. El centenario de uno de los puntales de la pintura cubana, a quien la vida se le cortó demasiado temprano, se celebra en la obra de cada uno de los participantes en la muestra. Por supuesto, como debe ser, antes de cerrar, de parte nuestra: ¡felicidades Servandito, cien años de legado, de impronta!