Una mirada de mujer a mujer

La Jeringa
11 min readApr 15, 2022

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Por: Mariana Mora

Hace un tiempo tuve la oportunidad de conversar con una joven artista que de a poco fue captando mi atención. Había ya detallado algunas de sus obras en la sección #Cromaterapia de La Jeringa y me preguntaba quién sería aquella muchacha que gustaba de representar a la mujer, de indagar en la idiosincrasia del cubano y volver al academicismo tan preterido por muchos. Fue entonces que, gracias a Annette, concertamos la entrevista. Aunque no nos conocíamos tuvo a bien abrirme las puertas de su hogar y con total naturalidad y cercanía responder todas mis preguntas.

Así conocí a Stephanie Rivero, una muchacha santaclareña muy amena y locuaz nacida en el 2001. Joven fuerte y con una capacidad de comunicación realmente extraordinaria, no solo a la hora del intercambio sino también a través de sus pinturas. Sus retratos, esconden estudio, dedicación y sobre todo un amor intenso por lo que hace.

Cortesía de la entrevistada (Foto tomada por: Pedro Pablo Domínguez de la Peña)

Indudablemente, la entrevista empezó por el primer encuentro con el mundo del arte. Stephanie, ¿cómo comenzó todo? “Realmente fue gracias a mis padres -comenta-. Ellos siempre me han apoyado y me han incitado a hacer lo que me gusta. Han sido los pilares fundamentales de mi vida. Mi mamá no es artista, pero desde que yo era una niña se sentaba conmigo en el piso con los colores para que hiciera formas y manchas y poco a poco fue despertando mi interés por el arte. Un día, cuando tenía cuatro años, pasamos por la Casa de Cultura de mi municipio y nos enteramos de que estaban lanzando una convocatoria para un concurso de dibujo sobre José Martí. Mi papá me motivó a participar y finalmente obtuve el Primer Premio. Fue ahí que realmente inició todo”.

Desde que somos pequeños escuchamos sobre los concursos infantiles y a veces no participamos por miedo o falta de motivación. Supongo que para ti la presentación en estos eventos sirvió como una fuente importante de confianza y autodescubrimiento. “Pues sí, los concursos motivan mucho, sobre todo a los niños. Siempre que conozco a algún niño con aptitudes para la pintura le comento sobre los concursos y lo animo a participar. Yo me presenté en casi todos los que se hacían y afortunadamente obtuve varios premios. Con el paso del tiempo me di cuenta que realmente es bueno que los niños participen porque se les reconoce su trabajo, se hacen actividades para ellos, se les habla sobre el mundo del arte, se les presentan artistas. Como quiera que sea ellos verán, no solo que tienen el talento, sino que con eso pueden ampliar su universo cultural y conocer a otros niños que también se desarrollan en ese ámbito. Es importante que se hagan concursos infantiles, sobre todo en las provincias, pues despiertan el amor por la comunidad y el entorno”.

Ese primer acercamiento al arte a través de la Casa de Cultura de su municipio resultó esencial para descubrir el talento de la pequeña Steph. Así comenzó su andar de la mano del profesor Ramón y luego en la Casa Canaria de Santa Clara. Finalmente, en noveno grado se preparó para entrar a la escuela de arte con el mismo profesor con el que inició el recorrido cuando era niña. Y en el 2016 emprendió el camino en el Centro Provincial para la Enseñanza Artística de Villa Clara, tiempo difícil por diferentes avatares de la vida, pero donde conoció excelentes compañeros que se convertirían en familia.

Por esos años también participaste en un concurso llamado Latino Art Beat que conociste a través de la Casa de Cultura y en el que obtuviste Primer Premio. Cuéntame sobre esa experiencia. “El concurso trataba sobre las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, sobre la realidad de los pueblos, de las familias, del entendimiento que se debería lograr entre ambos países, sobre inculcar en las personas esta posible relación de cooperación y amistad. En ese momento tenía 17 años y la obra que presenté era un retrato-autorretrato, dos caras, una parte soy yo y la otra es una periodista estadounidense. Era como representar la posible amistad y empatía de dos personas de diferentes países y cómo podían llegar a entenderse juntas, aunque tuvieran pensamientos en algún momento distintos. No me esperaba obtener el primer lugar, era una forma de decir ´¡Yo sí puedo!´ y cuando llegan estos momentos, en medio de períodos difíciles, pues realmente es muy gratificante”.

Stephanie prefiere retratar mujeres, sus cuadros están repletos de rostros femeninos que contagian una fortaleza increíble. Ella sufrió de cerca la discriminación por ser mujer, pues a la vista de algunos, ser pintora -sí, en femenino- era algo que rozaba la locura. Es por esto que su mirada de mujer a mujer tiene el objetivo de servir también como un instrumento de lucha en contra de la violencia, como una herramienta para el empoderamiento femenino y el reconocimiento de la mujer como portadora de identidad.

¿Por qué te decidiste a retratar mujeres? “Mi preferencia se dirige hacia los retratos de mujeres, son retratos al óleo realistas y es lo que más me gusta hacer. En dibujo hago otras cosas, pero mis retratos son para ayudar a empoderar a las mujeres, para darles el lugar que se merecen, no como objeto de belleza, no como una persona sensual, sino todo lo contrario. Quiero representarlas como transmisoras de identidades, a la mujer como madre, la mujer como trabajadora, la mujer como representación de distintas culturas, de distintas etnias, las mujeres con carácter, las mujeres fuertes, las débiles, todas las mujeres.

Hay una variedad enorme en mis cuadros, desde niñas hasta mujeres mayores, prácticamente de todas las edades. Y creo que eso puede ayudar mucho a empoderar a la mujer”.

Siguiendo esta línea, ¿qué mujer artista te ha inspirado más? “Es curioso porque la mujer que más me ha inspirado es Viengsay Valdés. Sí, a partir de una entrevista que Amaury Pérez le realizó. No tiene nada que ver con la pintura, pero me encantó la entrevista y muchas cosas que dijo me tocaron y me hicieron decir: ´tengo que seguir, ser fuerte y lograr hacer una obra que inspire a las mujeres artistas que están estudiando a seguir el camino´”.

El móvil fungió como vía para, en medio de la pandemia, acercarme a las obras de Stephanie Rivero. La Covid-19, a pesar de la enfermedad y las lamentables pérdidas, sirvió como una parada necesaria en la vida de muchos, como un respiro, como una reconexión espiritual y cultural. El arte, como forma de expresión, no se detuvo nunca, incluso en tiempos complejos. Los artistas como Stephanie aprovecharon al máximo esos meses de cuarentena para crear y redescubrirse y las redes sociales fueron el puente necesario para hacer llegar el arte a todos aquellos que estaban en casa.

¿Cómo influyó la Covid-19 en tu obra y qué hiciste en esos primeros tiempos de constante aislamiento social? “La pandemia nunca me detuvo. En ese tiempo conocí a La Jeringa que me dio la oportunidad de hacer más ilustraciones. En Santa Clara trabajé con Michel Portela y empezamos a intervenir casas que se encontraban vacías en ese momento; llevábamos las piezas y él daba un concierto. Estar en casa me hizo aumentar el tiempo de trabajo, antes producía solo por la mañana, pero en ese momento me dediqué a trabajar más tiempo y por la noche hacía ilustraciones”.

En sus dibujos encontramos personajes muy diversos, desde Bola de Nieve, César Vallejo, Quino, Mario Benedetti, Jorge Luis Borges, Roberto Fernández Retamar, casi siempre hechos a lápiz o carboncillo. En ellos deja espacio para estudiar el retrato y el autorretrato y para aquellas personalidades, principalmente del mundo del arte -incluyendo hombres-, que constituyen paradigmas en la música o la literatura. Algunos de esos dibujos están recogidos en el canal de Telegram de La Jeringa acompañados de un poema o un texto que resultan el complemento perfecto.

Pero su preferencia se dirige, como ya se ha dicho, hacia el óleo. En sus cuadros encontramos una mezcla interesantísima de todas las etnias y mezclas culturales que componen al cubano: desde un retrato a una mujer afrodescendiente, otro a una muchacha albina, otra mujer de raíces indígenas, un autorretrato convertido en Catrina o una pelirroja llena de tatuajes con un collage a fondo que sintetiza el proceso de transculturación en la isla. Es interesante cómo vamos descubriendo detalles, algunos casi imperceptibles a primera vista, en esos cuadros que de tan perfectamente detallados se asemejan a fotos: un íreme escondido en un atuendo, símbolos aborígenes en un fondo, collares de santos de las religiones afrocubanas mezclados con un vestuario típico español.

Es por eso que hay una pregunta que no puede faltar: ¿qué te inspira? “Soy una enamorada de la obra de Wifredo Lam y aunque mis piezas no tienen nada que ver con la visualidad de Lam hay algunos elementos que les he ido añadiendo como la simbología oculta. Antonio Castelló me inspira en la técnica. Él es uno de los hiperrealistas españoles de la actualidad, me encanta estudiar su forma de hacer y creo que ha influido bastante en cómo yo logro el retrato, el realismo.

A mí también me marcó mucho conocer a Manolo Martínez Casanova, antropólogo cubano, con su facilidad de explicar procesos, de compartir información. Él te habla como si fuera un padre, como alguien cercano. Cuando conocí el universo que es Cuba gracias a él me interesó mucho más lo cubano y me dediqué entonces a estudiar más a Fernando Ortiz, por ejemplo.

En lo referido al retrato de mujeres… Lo que me inspira en realidad a la hora de seleccionar a una mujer a retratar no lo sé explicar. Yo las veo y las debo pintar. Creo que lo que me mueve es esta mezcla cubana de África, Asia, España, lo aborigen. Toda esa mezcla me encanta y cuando descubro algo nuevo me voy imaginando el cuadro y voy diseñando y estudiando qué podría ponerle, cómo y por qué y así surgen nuevas pinturas.”

¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Tienes algún ritual? “Yo trabajo a partir de fotos: tiro la foto y guiándome por esa foto realizo la pieza. Después le voy incorporando elementos diversos que me complementen y que funcionen con el discurso de la obra.

Mi ritual es pintar descalza, no puedo pintar con zapatos ni siquiera en invierno, no sé por qué, pero necesito pintar descalza y la música no me puede faltar. No tengo una preferencia por un género específico. Cada vez que me preguntan me quedo pensando. Realmente un mes me “caso” con un grupo musical y al otro mes con otro y así voy cambiando. Y para pintar concentrada de verdad lo mejor es tener a alguien con quien hablar, en mi caso cuando me pongo a hablar con otra persona es increíble la concentración que llego a tener y todo lo que adelanto”.

¿Qué crees que te caracteriza? “Para mí ser retratista en estos tiempos, esa vuelta al pasado, esta pintura más académica y realista. Yo encuentro muy necesaria esa búsqueda del pasado, el estudio y conocimiento de los grandes maestros, el dominio de las técnicas para entonces romper con una base ya conocida. Realmente me ha gustado mucho esto de mirar atrás, de tomar una forma ya legitimada como es el retrato realista y tratar de aportarle estas cosas “nuevas”, de representar la cubanía de hoy en día. Me atrae abordar todo eso con una visualidad más actual. Me gusta mostrar diferentes etnias dentro de una misma pieza que logren un resultado unitario, donde haya cierta armonía y tranquilidad. No sé cómo los cubanos hemos logrado llevar a cabo esta mezcla tan rara y tan diversa, pero nos sale bien, es original y único. Y eso es lo que quiero representar en mis cuadros, creo que esa es la novedad de lo que propongo: el método legitimado afrontando nuestra nueva realidad”.

Una hora y media duró la conversación y me sentí afortunada de compartir con ella, de conocerla un poquito más, de sentirme identificada y conmovida con sus historias. Llegadas a este punto solo me restaba hacerle dos preguntas y desearle todos los éxitos que merece en su carrera; estoy segura que tendremos mucho más del talento de Stephanie Rivero. Otras veces hemos coincidido en diferentes espacios, su sonrisa siempre acompaña a su saludo y los minutos de intercambio vuelven a sentirse cercanos.

Durante toda la conversación has mencionado a tus padres como una parte fundamental de tu vida. ¿Qué han significado ellos en tu formación? “Mis padres fueron siempre mi mayor inspiración y apoyo. Mi papá, sobre todo. En un momento de mi vida quise dejar la carrera y comenzar a estudiar teatro, pero mi papá no me dejó. Me dijo: ´si tú me demuestras que en teatro tienes las mismas posibilidades que en la pintura y que le vas a dedicar de verdad tu vida como has hecho con la pintura, yo te dejo estudiar teatro, pero tienes que llevar las dos cosas a la vez´. Y por supuesto que terminé dejando el teatro y siguiendo en la pintura. Y no me arrepiento, al contrario, me hubiese arrepentido mucho si hubiese dejado de pintar. Me siento muy afortunada por tenerlos”.

Por último. Ya comentabas que en el 2020, en medio de la pandemia, te vinculaste con La Jeringa[1]. ¿Qué crees de este proyecto? Me gusta mucho porque es muy diverso. En sus secciones lo mismo te hablan de teatro, de música, de literatura. Te brindan toda la información para que tú te crezcas como persona pues a través del arte te llevan a conocer temas que a lo mejor no son muy cercanos. La Jeringa ha sido muy necesaria porque te trae el conocimiento a tu teléfono, a tu vida. Han hecho un excelente trabajo; es un proyecto muy dinámico y se preocupan porque esté bien hecho. Y una de las cosas más importantes es que ha ayudado a artistas jóvenes a que sean conocidos, a divulgar su obra. Sinceramente espero que sigan creciendo y trabajando, tienen todavía mucho que ofrecernos.

Monja Florida

[1] Recientemente tuvimos la oportunidad de apreciar la obra “Monja florida” de Stephanie Rivero en la exposición “Cromaterapia” organizada por el equipo de trabajo de La Jeringa y exhibida en Habana Espacios Creativos del 15 de febrero al 16 de marzo de 2022.

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