¡Ups!: Agua por todas partes

La Jeringa
7 min readNov 22, 2022

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Por: Emmanuel Montes Álvarez

Casi son las seis de la tarde. En algunos parques de El Vedado hay fiesta, quizá porque sea sábado. Hay música por el Hotel Nacional, por el monumento al Maine y por el Parque Maceo. Hay tarimas, venta de cervezas, de ron, de chucherías. Hay gente, tumulto, aglomeración. Parece como si hubiese carnavales, pero no son carnavales. A esa hora de la tarde, todavía, la pizza cuesta 100 pesos.

Un poco alejado de ese alboroto, siguiendo por el mismo malecón, entre Belascoaín y Gervasio, entrando en territorio centrohabanero, exactamente en el hotel-boutique Malecón 663, tendrá lugar la fiesta del agua de ¡Ups! para cerrar el ciclo de exposiciones territoriales dedicadas al fuego, al aire, a la tierra y al agua. A modo de after-party, ¡Ups! se ha propuesto llenar el local de personas disfrazadas de salvavidas, de submarinistas, con ponchos, bikinis, shorts de nylon, todo eso con la excusa de una fiesta temática del agua.

Virgilio Piñera escribió en La isla en peso aquello de la maldita circunstancia del agua por todas partes porque, de seguro, nunca fue a una fiesta temática del agua, nunca pudo vestirse de salvavidas —por ejemplo— y pasearse a sus anchas por algún lugar atiborrado de muchachos mojados, de globos inflados. En cambio ¡Ups!, para cerrar por todo lo alto la exposición en la que participó —en la del agua, por supuesto—, pensó minuciosamente cómo llevar a cabo el evento con todo lo que ello requiere. No fue pensada como una fiesta cualquiera, no, sino como una pieza más del colectivo; ero ellos mismos prefirieron que no fuese vista así, sino que fuese más como una oda al hedonismo y la celebración, despojada del rigor y el formalismo que pueda llevar una pieza, obra de arte, o galería. La única premisa: divertirse, pasarla bien.

Por ello, lo primero que utilizaron a su favor fue descontextualizarse de los espacios convencionales a los que, como colectivo de artistas visuales reunidos bajo un propósito común, puedan estar vinculados. Y no solo eso, también se apoyaron en un variopinto grupo de "trabajadores" que fueron enlistados mediante una convocatoria previa vía IG. Lo que pudo pasar como un post desapercibido en Instagram, pasó a ser la gota primigenia de todo. Y ¡ups!... se creó un grupo de WhatsApp con los enlistados. Y ¡ups!... se pactó una reunión en el Habana Libre previa al evento para hablar y escuchar propuestas. Y ¡ups!... en la puerta del hotel no dejaron pasar, estaba lleno por capacidad —supuestamente—, y hubo que mover la reunión hacia otro sitio menos pomposo y más práctico.

De todos los citados, pocos fueron los presentes, pero igual se le dio forma a la propuesta, se zanjaron las dudas, se consolidaron los "puestos de trabajo" de una mojadora, un fotógrafo, una peluquera, un tasador de trajes de baños, un pescador, un maquillista, una submarinista. Lo más exótico, lo más sui-generis.

Lo mejor de la propuesta —aparte de lo inaudito de que cada cual escogiera su "puesto de trabajo" ya fuese real o inventado— fue que hubo margen para el aporte externo. Cada uno de los allí reunidos podía hablar, proponer, someter a votación. Sí… ¡Ups! tenía claro lo que quería lograr con su trabajo —que era lo principal—, a partir de ahí cualquier aporte era bienvenido.

No solo corrieron con la colaboración de los convocados. Lo que ha podido ser hasta ahora un simple evento tiene un trasfondo mucho más sólido. ¡Ups!, en sí, es el reflejo de estos tiempos; ¡Ups! es hijo directo de la contemporaneidad. ¡Ups! no es un rostro, no es un nombre, no es una arroba en IG para etiquetar en las stories. ¡Ups! es una pauta, una filosofía, un compromiso con la creación del hoy —que, por supuesto, no va desligada de los emprendimientos, de los mercados, del dinero y la subsistencia—. Por ello, la fiesta del agua no solo contó con el apoyo de Malecón 663, sino además con el patrocinio de emprendimientos locales: Andamio, una plataforma de ventas online que fue lanzada el mismo día del evento; Aguaplus, una marca que comercializa agua tratada con ozono. ¡Ups! es un todo en uno; ¡Ups! piensa como todos en uno.
El día de la fiesta del agua, desde mucho antes de la hora concebida para el inicio, ya se alista el lugar. Todo tiene que salir bien; todo se prepara para que salga bien: las pantallas con la promo de los emprendimientos, los globitos rellenos, el DJ, la música, los atuendos. Lo principal que no puede faltar: el agua, obviamente. Por el esfuerzo, o sea, por una cuestión de constancia y propósito, la fiesta del agua de ¡Ups! debe salir de acuerdo a lo planeado.

Y nada… Esto es un party por debajo del agua...
Aún es temprano, pero a las seis, en un espacio que parece un patio interior, cerca de los baños de Malecón 663, se le da comienzo a la fiesta del agua. Se espera que las personas lleguen con el tiempo, cae la tarde, la noche es larga. La música suena, el líquido corre. Y corre de milagro, porque teniendo en cuenta que todo se desarrolla en Centro Habana y ahí los problemas con el desabastecimiento son endémicos, que haya agua ese día casi parece un milagro. Se llenan cubos, se vierten se mojan, se empapan una peluca roja, un bikini, un poncho plástico y transparente. Llegan más personas, algunos no se quieren mojar, otros están indecisos, unos participan desde lejos, otros graban con los móviles y cámaras, se va logrando el propósito, sí… está naciendo Andamio en las pantallas, ¡Ups! consolida lo planeado y el agua cumple su función.

Hasta que llega el punto donde todo se va de las manos y la fiesta queda más mojada de lo normal. En menos de una hora, se ha gastado más agua de lo esperado y como es sabido la maldita circunstancia de que no hay agua en todas partes hace encender las alarmas del lugar. Comienzan los cuestionamientos y los reproches, hay que detenerlo todo. Cuando se había alcanzado cierta asistencia considerable, cuando se había congregado una respetable masividad, cuando el evento comenzaba a despuntar, de repente hay que frenarlo todo y acatar los reclamos. Demasiada agua para una fiesta del agua. ¿Puede pasar? Como cuando se le echa más agua de la que lleva el arroz y al cocinarlo queda ensopado, así ha quedado el evento.
Automáticamente, el ambiente festivo decae, pero solo por unos minutos durante los que la incertidumbre intenta desvirtuar el propósito y la duración del evento. Solo ha transcurrido una hora desde el lanzamiento oficial del primer chorro. La sentencia es tajante: se acabó la tiradera de agua en el local. Toca sobreponerse, aprovechar el revés y utilizarlo en favor del propósito primigenio. ¡Ups! piensa rápido y sin muchos inconvenientes, cruzan la acera, edifican el castro de operaciones en el mismo muro del malecón y el agua vuelve a ser el centro de la fiesta. Algunos se marcharon, otros abandonaron sus atuendos, pero ¡Ups! respira todavía, no se da por vencido. ¡Ups! y compañía transforman los reveses en remedios instantáneos para mantener, en la medida de lo posible, la esencia, el alma y la filosofía de que el agua es iniciación a los arcanos, es la vida misma.

Ya ha oscurecido. Es de noche. La algarabía en el Vedado se siente aún más, el bullicio, la música en los parques. Ya para ese entonces, sin saber cómo ni por qué, la pizza ha subido de precio estratosféricamente y en todos los menús de la zona cuesta 300 pesos. Algo sin pies ni cabeza. En Malecón 663 solo hay un haragán, solo hay un utensilio para secar el piso y que todo quede medianamente controlado. Mientras tanto, ¡Ups!... hay agua por todas partes.

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