Yo, Murakami…
Por: Kevin Soto Perdomo
A sus 72 años Haruki Murakami publica un libro que no es ambicioso, ni arrogante, ni novedoso. No es una novela, tampoco es un atrevido poemario a estas alturas del campeonato. No, nada de eso. “Primera persona del singular” es una compilación de cuentos. Un amasijo de historias aparentemente producto de la grata visita de los recuerdos y de la nostalgia.
En cada historia los narradores/protagonistas, los cuales por momentos parecen ser Murakami y en otras ocasiones no, sostienen un diálogo afable con el lector. No hay ardides evidentes ni trampas de final efectista en estos cuentos, solo son pedazos de experiencias plasmadas en el papel para que el lector sienta el placer de disfrutar el proceso; el hecho de que le estén narrando un relato.
El libro lo componen ocho cuentos. El primero, titulado Áspera piedra, fría almohada, nos cuenta una experiencia ligada a una chica cuyo nombre se lo ha llevado el olvido del narrador. Sin embargo, el protagonista conserva un libro de tankas (poemas de estructura clásica japonesa) confeccionado en su totalidad por la chica, lo cual, tal vez, funciona como pretexto para saciar un deseo de creación poética no explotado por el autor.
Flor y nata constituye uno de los cuentos con mayor carga filosófica de la compilación. Aquí Murakami emplea una analogía entre la vida y círculos concéntricos que hace reflexionar al lector sobre cuánto de autonomía hay realmente en las decisiones que tomamos a lo largo de nuestra existencia física.
Como es habitual en este autor, la música no puede faltar en su obra. De esta manera, Charlie Parker plays Bossa Nova, With the Beatles y Carnaval son tres historias guiadas por ritmos y melodías. En cada una de ellas, el surrealismo está presente, pero no de un modo ramplón o chocante, sino que se revela con sutileza, con elegancia incluso.
Nuevamente Murakami introduce poemas, esta vez de una manera más testimonial combinada con su pasión por el béisbol, en el relato Antología poética de los Yakult Swalows de Tokio. Esta historia da la impresión de desarrollarse en espiral para luego cerrarse con sus reflexiones filosóficas.
Con una ráfaga de surrealismo kafkiano ataca el kiotense con el penúltimo de los relatos, titulado Confesiones de un mono de Shinagawa. La historia gira alrededor de un simio parlante que trabaja como masajista, con el cual el narrador entabla una conversación de alto vuelo intelectual.
El cuento colofón, el cual le otorga el nombre al volumen Primera persona del singular, nos traslada a la situación, raramente ajena para alguien, de que lo confundan con otra persona. Punto que emplea para desencadenar una historia que nos convida a analizar cómo podemos llegar a cuestionamos la existencia del ego, del yo, mientras a través de la confusión nos lo arrebatan. Esta historia exhorta al lector a analizar sobre cuánto de surrealismo hay en la realidad.
Todo en este libro parece desprenderse del tiempo vivido por el japonés, lo cual le otorga a la obra, en su conjunto, el poder de establecer un puente intimista con las personas. También transmite cierta sensación de estar presenciando una especie de gentil despedida, lo cual esperemos no sea esto cierto.
El estilo desenfadado de la narrativa, característico en el escritor, en esta ocasión, se siente más acentuado. Se advierte un Haruki Murakami muy relajado, despreocupado incluso. Solo está interesado en contar. Las reflexiones de vuelo filosófico revelan que el kiotense está consciente de que ya ha andado mucho por la vida y que ahora le ha tocado la hora de mirar hacia atrás.